diciembre 08, 2011

Twitter no es peligroso; nosotros, sí.



En Tercer Grado, programa de debate de Televisa, se discutió la fuerza de las redes sociales –en específico del Twitter, el medio más abierto y utilizado del internet 2.0– con ocasión del episodio de Peña Nieto en la FIL y con miras al proceso electoral que ya se nos viene encima. Sus intenciones, desde mi punto de vista, eran claras: minimizar el incidente hasta situarlo en el anecdotario popular de corta memoria y tratar de limpiar el desastre que el candidato de su empresa provocó en Guadalajara.

Me llaman la atención varias cosas que trataré de desahogar con cierto orden:

A) La aceptación tácita de que Peña Nieto es el candidato de la televisora a través del método retórico de la omisión. En efecto, si de algo se ha hablado en los medios que quedan fuera del coto de Televisa es de la relación entre dicha empresa y el candidato del PRI. Todos los actores políticos ajenos al PRI, por otra parte, también han mencionado (o señalado, o incluso condenado) las preferencias del Grupo Televisa por el candidato del tricolor. La palabra está en la calle. Entonces, ¿por qué no tocar el tema más socorrido del debate en sus discursos? ¿Por qué no salir a desmentir, a contrariar o a invalidar esos juicios? No hablar de las acusaciones cuando son tantas y tan sonoras es, para un grupo de medios que tiene como uno de sus objetivos el de informar con veracidad y oportunidad, aceptar su verdad.

B) La pobreza de los argumentos de los periodistas Loret de Mola y Adela Micha cuando tratan de proteger a Peña Nieto. El primero optó por distraer la atención del punto (que es la crítica a la indigencia intelectual y cultural que Peña Nieto mostró en la FIL) para llevarlo al siempre ambiguo y canceroso ámbito político-partidista. Calificó el movimiento general de los usuarios de redes sociales como “guerra sucia” por parte de otros partidos en contra del candidato del PRI, dejando de lado el contenido de las opiniones y asumiendo quizá que todos los que nos dimos vuelo criticando a Peña Nieto fuimos reclutados y pagados por entusiastas de López Obrador o de Vázquez Mota. A muchos de nosotros nos hubiera venido muy bien recibir algunos pesos por cada tweet que mandamos a la red, pero lamentablemente no fue así. Además, si en realidad hubiera existido una incitación al desprestigio por parte de militantes de otros partidos, dicha arenga probablemente no habría funcionado si sus mensajes no fueran reales o al menos relevantes para el público de Twitter. Todos los que hemos trabajado en publicidad sabemos lo difícil que es generar comportamientos en un medio que trata de huir de todo lo que huele a publicidad o a propaganda. Por último, los esbirros no habrían actuado fuera de la ley (puesto que como el mismo Loret menciona, no está legislado el asunto) a diferencia de lo que sucedió cuando se publicó la campaña “Peligro para México” en 2006 en medios masivos supuestamente sí legislados.

Adela Micha, por su parte, sostiene que si el candidato “es un lector voraz o no es un hecho completamente irrelevante a la hora de gobernar bien o mal”, acuñando ipso facto una frase que durará (o debería durar) para la posteridad en los anales de la inmundicia mediática. No me detendré mucho en debatir un argumento que se cae de rancio, pero me limitaré a decir que la literatura no se reduce a Harry Potter o a novelas de detectives, sino que incluye, sin más, la totalidad de los registros históricos, culturales, jurídicos, religiosos, civiles y políticos de México, del continente y del mundo. Algunos datos surgidos de la totalidad de libros (ay, Borges, tu biblioteca de Babel) podrían llegar a ser de cierta utilidad para dirigir un país durante seis años. Quizás no, quizás me equivoco. Tal vez con la Biblia ya se ha dicho todo lo que a política pública, organización comunitaria y distribución de la riqueza se refiere y con eso sea suficiente.

C) La frase “el miedo es un arma tan poderosa y tan fatal como la violencia misma”, también pronunciada por la señora Micha. Cuando la escuché, me quedé pensando en la diferencia que hay entre un “muerto de miedo” que sale del cine después de ver “Birds” de Alfred Hitchcock y un “muerto de muerte” que ha sido arrojado en una avenida central de Boca del Río. En fin, seamos justos y pongamos la frase en su contexto. Ella hablaba del miedo que puede surgir de una noticia falsa o de fuentes no fidedignas que ha sido lanzada en Twitter y que se propaga como un virus. En eso tiene algo de razón, la desinformación es peligrosa. No obstante, cuando la desinformación es sistemática y dolosa, como aquella a la que hemos estado expuestos frente a la pantalla del televisor desde los tiempos en que los lectores de noticias usaban audífonos de DJ, es realmente fatal y “tan peligrosa como la violencia misma”. Es increíble que desde el medio que ha creado la verdad en el imaginario popular de México durante décadas se aluda a la peligrosidad de la desinformación.

Y por último, la problemática que más me llamó la atención y que uso para concluir con una reflexión, parte de esta frase:

“La redes sociales tienen una fuerza enorme aun para distribuir basura”
Leopoldo Gómez
, vicepresidente de Noticieros Televisa.

Es indudable el poder organizacional que tienen hoy las redes sociales en los temas de opinión pública, de economía social y de política en el mundo. No aburriré refiriéndome a los fenómenos sociales de Túnez, Egipto, Grecia, España, Reino Unido y Estados Unidos de los últimos meses. Sin embargo, hay algo que se les está yendo de las manos a quienes asumen que la fuerza está en las redes sociales. A saber, que Twitter (por referir a la más popular y pública otra vez) es sólo un medio. Detrás de cada opinión, de cada tweet, de cada tópico de moda y de cada argumento esgrimido desde ahí, hay una persona pensante que lo escribe. La fuerza de Twitter es en realidad la fuerza de sus usuarios. Es una parte de la opinión pública que al fin ha encontrado un podio, un altavoz.

El miedo que los periodistas de Televisa dicen tener, entonces, parece que realmente no es un miedo a las redes sociales (que son simples y útiles medios), sino a la opinión de la gente que las hace funcionar y, en último término, a la libertad de expresión. Podría incluso decirse que parece un miedo a perder el control de la masa, a perder la prerrogativa de inventar la verdad (o a tener que compartir esa prerrogativa con cualquier usuario que quiera inventarla), a perder la posibilidad de esconder los errores y de manejar los mensajes sin dejar que replique la crítica.

Estamos frente a una verdadera revolución, en la que los medios pasarán a ser de todos y los mensajes serán de ida y vuelta. El Twitter no es peligroso (¿peligroso para quién?), la voluntad de la gente, sí. Y si es así, bienvenido el peligro de la palabra pública.