enero 31, 2012

La realidad existencial del hubiera.



“A veces estamos demasiado dispuestos a creer
que el presente es el único estado posible de las cosas”.
Marcel Proust.


“Vive el presente intensamente, es lo único que verdaderamente existe.” Este es el argumento de venta de una buena cantidad de campañas de publicidad y una forma astuta de resumir capítulos enteros de la literatura del silogismo tópico y la profundidad instantánea.

En realidad el presente es lo único que no existe.

Me explico. Desde el punto de vista epistemológico es muy claro, aunque muchos piensen que la epistemología (o teoría del conocimiento) es una disciplina demasiado teórica que siempre ha servido para esconder la escandalosa evidencia de la práctica con trucos mentales… En cierta forma sí lo es. Ni modo, así es la retórica. En fin, pensémoslo con calma. Cada sensación, al hacerse consciente, ha comenzado a formar parte del pasado –aun siendo una sensación continua, porque la idea o imagen de la sensación que hacemos consciente ya no es continua—. Por otro lado, cada pasión generada por las sensaciones vitales se formula en nuestro interior como un deseo, un anhelo, una voluntad, o simplemente como “unas ganas estúpidas de”. Por tanto, el motivo de la voluntad, lo que mueve al cuerpo a la percepción consciente, está siempre en el futuro.

Por eso, en mi opinión, comer cochinita pibil (o mantener una relación sexual o cualquier otra forma del placer) es un constante vaivén entre el recuerdo más reciente y el deseo más próximo.

El presente, esa moneda tan corriente en los libros de autoayuda y en las filosofías de paperback, es tan inasible como las partículas subatómicas. Heisenberg sonríe. O sonrió. O sonreirá. Basta intentar colocar el ojo en el presente para que ya haya desaparecido (el presente o el ojo, uno de los dos). ¿O está ahí y el ojo es imperfecto? Puede ser. Quizá no estemos acondicionados para mirar, tocar, oler o probar instantes. Mi opinión es que las cosas son así de fáciles. Nuestro cuerpo (quizá aun nuestra alma) no está diseñado para reparar en el instante: no podemos vivir el presente porque siempre se nos escapa.

Pero no es el fin del mundo. Al revés, es apenas el comienzo. Peores cosas que el presente se nos han escapado. A mí me gusta entender la asimilación de esta verdad como una liberación del peso constante que acostumbramos llevar sobre las espaldas: la responsabilidad de estar haciendo lo correcto. Al diablo. La vida es muy larga, no tienes que vivir cada instante intensamente (entre otras cosas porque no se puede).

El pasado, querido amigo, ese sí que existe. Atestigua su propia existencia todo el tiempo: pesa, condena, reprime, enorgullece o determina. Siempre está ahí.

¿Y el futuro? El futuro viene a nosotros en forma de deseo o de temor, de esperanza o de preocupación. El futuro es nuestra razón para vivir, más importante que la vida misma. Más nos vale que exista.

Y entonces aparece “el hubiera”. Alguien en el fondo de la sala gritará “¡el hubiera no existe, güey!” Y, si la justicia poética existiera, desaparecería dejando una estela de polvo óseo para beneplácito de todos los demás.

El hubiera no sólo existe, sino que es una de las ideas que posee más peso existencial en la historia de la humanidad. Es fértil, tiene la semilla del ser dentro de sí, preparándose para reventar alguna vez y dar paso a mundos imaginables (siempre imaginables).

El hubiera es esa forma verbal mayúscula, madurísima, que sabe que el presente es una ilusión, que nunca deja de ver el pasado –porque siempre que se usa se refiere al pasado (“hubiera dicho que sí”, “hubiera venido más temprano”)— y que siempre alude a la posibilidad, que es la madre del futuro. Es el tiempo verbal perfecto, "más que perfecto" (pluscuamperfecto) para ser exactos, del modo subjuntivo. Es la forma en la que la existencia se expresa en grado mayor, en la sublimidad de la sutileza mental. Es el tesoro del sibarismo intelectual.

El hubiera sirve para aprender, para no cometer el mismo error más de una vez como si fuéramos animales: “hubiera salido con paraguas, la próxima vez lo haré”, “me hubiera quedado quieto en lugar de meter los dedos al enchufe”, “hubiera dejado que los judíos vivieran en paz en Berlín”. Es la piedra angular del progreso.

El hubiera sirve también para imaginar, para crear: “si hubiera aquí un puente”, “si hubiera una forma de comunicarme con alguien de otro continente”, “si hubiera una pareja de amantes de familias enemigas en Verona”, “si hubiera una forma de ver una figura desde varios ángulos al mismo tiempo”, “si hubiera un lugar en La Mancha en el que…”

Al ser una herramienta (verbal, lingüística), el hecho mismo de servir le dota de existencia, de perfección en la existencia, de sustancia (para sonar más clásico que Bowie).

El hubiera niega el presente, reafirma su inexistencia. Pero, en compensación (grave, grande, deliciosa compensación), nos ofrece la posibilidad, que es la condición más necesaria para el movimiento, para el crecimiento (que es una forma de movimiento), para la creación y para la esperanza. El hubiera vuelve la vista atrás y luego la coloca hacia delante. Es nuestro rasgo más humano, es lo único que existe.

Si tan solo hubiera más gente que creyera en él…

enero 02, 2012

Entrevista con un zombie (presidenciable).



Lo encontré en su casa. Olía bastante bien como para llevar tres meses muerto. Una ambigüedad aromática que oscilaba entre el pescado y el comino, ambos frescos. Me abrió la puerta: perdió dos falanges en la operación de correr el pestillo y se rompió la muñeca –la que le quedaba sana— al girar la manija. Aun así me extendió los buenos días con un aliento que, de haber seguido con vida, lo habría calificado como estertor. Estaba entusiasmado con la entrevista o quizá simplemente el gesto de sorpresa se le había congelado en el rostro por el rigor mortis. Me ofreció café y encendí la grabadora.

FOBIOSOFÍA: ¿Cómo califica el estado biológico en el que se encuentra ahora?
ZOMBIE ENRIQUE P.N.: Podría llamarle vida (con la pronunciación de la “d” perdió una pieza dental que aterrizó en mi taza de café) pero sería injusto. No he respirado desde hace tres meses, aunque si se le ve el lado positivo, por esa misma razón no he sufrido al sacar la basura orgánica. Es una existencia, digamos, muy parecida a la que llevaban los jubilados en el tercer mundo antes de que yo cumpliera mis compromisos firmados ante notario.

F: ¿Cuál es su principal dificultad en esta nueva etapa de su existencia?
ZEPN: La principal es abstenerse de los mítines populares por más que me den ganas de hacerle al grillo. Me resulta muy difícil caminar. Uno no sabe qué tanto ama a su hipotálamo hasta que lo tiene necrosado. También resulta incómodo limpiar la coladera de la ducha. Ahora, además de pelos, se tapa con dientes, jirones de piel y apenas la semana pasada tuve que llamar a un fontanero para desatascar el tubo central que se había tapado con uno de mis globos oculares.

F: ¿Cómo fue su experiencia de muerte? ¿Se parece a lo que los vivos especulan que sucede?
ZEPN: Sí y no. En cuanto al flashback de toda tu vida pasando frente a tus ojos, no. Nada que ver. Ahora bien, lo de la luz al final del túnel sí lo viví. Claro que pudo haber sido porque me atropelló un auto que venía entrando al túnel en el que yo caminaba. Me dirigí a la luz (tenía un faro fundido) y pum. Todo se acabó.

F: ¿Encuentra alguna ventaja de su nuevo estado?
ZEPN: Sí. La primera es que mi contrato de matrimonio expiró junto conmigo. Volví a ser un hombre libre. Créame esto: es mejor ser un muerto que un viudo, se tienen más chances de ligar en un bar. Lo digo por experiencia (las dos cosas).

F: ¿Algo más?
ZEPN: Sí, muchas cosas. Dejé de temerle a la muerte. Además puedo fumar y beber lo que yo quiera sin consecuencias nocivas para mi corazón o para el hígado. Incluso el alcohol me viene bien, me tiene mejor conservado por dentro. También ahorro mucho en cremas humectantes.

F: ¿Qué es lo que más extraña de su vida?
ZEPN: Las elecciones.
F:¿Las elecciones?
ZEPN: Perdón, quise decir erecciones. Es que como se me cayó el diente... Erecciones. ¿Sabe qué tan difícil es conseguir un levantón cuando no se tiene sangre circulando por el cuerpo? Pero bueno, hay métodos alternativos que estoy indagando.

F: ¿Se considera usted inmortal?
ZEPN: Técnicamente soy más bien inerte. Pero la inmortalidad y la inercia se parecen mucho. Salvo que en la primera uno luce un poco más guapo.

F: Sus métodos de alimentación. ¿Cómo son? ¿Qué come? ¿Cómo lo consigue?
ZEPN: Ciertamente me siento muy atraído a la materia gris. Todo mundo desea aquello de lo que carece, decía la Biblia… ¿O era Archer? Bueno, nunca fui muy bueno con eso de los autores. Sin embargo, las quesadillas de sesos hacen el truco. El control de colesterol es cosa del pasado para mí y en el puesto del mercado al que voy son muy buenas y muy baratas. El cerebro humano no me apetece, tiene un resabio amargo.

F: ¿Cómo consigue llevar su día a día? ¿Trabaja?
ZEPN: El contrato con mi partido caducó junto conmigo, así que técnicamente soy desempleado. Tampoco me aceptaron en ninguna escuela, los cursos ya habían comenzado y no me quisieron revalidar. Pero por otra parte sigo acudiendo a la oficina. Muchos no han notado siquiera que fallecí. Llego, me siento en la misma silla, miro las mismas páginas de internet, platico las mismas tonterías en la zona del café y cabeceo como todos los demás durante la mayor parte de la tarde. En cuanto al dinero le diré que todo me convino: cobré mi seguro y se canceló mi hipoteca. El sueño de todo hombre maduro.

F: Así que es usted un “nini”.
ZEPN: Soy un “nininí”, para ser justo. Ni estudio ni trabajo ni respiro.

F: ¿Se arrepiente de algo en su vida?
ZEPN: Pues hay algunas cosas que no hice pensando en que podría morir. Ese dicho “hay más tiempo que vida” lo inventó alguien que nunca fue un zombie. Aunque es cierto que hay cosas que uno ya no puede hacer en este estado. Suicidarse o cantar “Livin’ la vida loca” son sólo algunas de ellas.



F: ¿Junto con su vida, se carrera política también terminó?
ZEPN: No lo creo. Ya ve que decían que se habían extinguido los dinosaurios y ahora están de regreso. Lo mismo puede pasar conmigo. Y es que aunque débil y cenizo, el copete todavía lo tengo.

F: ¿Los zombies deben tener los mismos derechos que los vivos?
ZEPN: Me parece que sí. Claro, hasta entre los zombies hay clases. La prole zombie es algo numerosa y debe ser tomada en cuenta como una minoría. Los derechos humanos son algo que se puede extender para los zombies (claro, salvo el derecho a la vida).

F: ¿Ha sentido rechazo o discriminación?
ZEPN: Claro. Me tratan como si fuera un indígena de Atenco. Pero eso es porque no entienden que no soy un zombie, soy un ser humano con capacidades diferentes. Por “ser” entendamos “mera entidad”; por “humano” entendamos “de origen orgánico”; por “capacidades” entendamos “signos vitales” y por “diferentes” entendamos “nulos”. No-ser no significa no-ser-humano. ¿O sí?



F: ¿Seguirá contendiendo por la presidencia?
ZEPN: Por supuesto que sí. El equipo de maquillaje de Televisa está lleno de verdaderos artistas. Por lo demás, todo seguiría siendo igual. De cualquier forma sólo tengo que actuar el libreto y eso, hasta un muerto puede hacerlo. Además, ¿han visto el cutis de Creel, sobre todo en la región nasal? Si él puede seguir en la contienda con eso, yo también.

F: ¿Se verá modificada su propuesta de gobierno después de este “percance”?
ZEPN: Absolutamente. Ahora tendré una.

Sin que se me agotaran las preguntas, salí de la casa fingiendo una prisa que no tenía. La verdad es que me entraron ganas de vomitar y no quería hacerlo frente al neoexprecandidato en su prístino living. Transcribí entonces la charla, que parece exactamente lo que es, una entrevista de un seudoperiodista con prisa a un muerto con apuntador.