junio 25, 2017

Tianguis por la mañana

Por definición, el tianguis es temporal. Uno o dos días a las semanas sucede. Sin que nos demos cuenta, en la noche, surge del pavimento, desde el subsuelo, en terrenos baldíos o planchas de concreto. Nadie atestigua su levantamiento, pudiera ser una aparición instantánea o la consolidación lentísima y gradual de un espectro.

La totalidad de las cosas que suceden dentro del tianguis son también temporales. El cordón de un toldo busca cada vez un lugar dónde amarrarse: encuentra siempre uno distinto. Golpes de martillo hacen embonar a la fuerza tubos cuadrados con la pintura descascarada, como si no estuvieran acostumbrados a embonar cada tres días y fuera la primera vez que se encuentran. Cambio de a cien, cableado eléctrico, fuentes alternativas de energía, la ubicación exacta de cada puesto: todo sucede sin que la gente que lo hace suceder sepa a ciencia cierta cómo lo hizo, cómo lo ha hecho y cómo lo hará. Y cada vez el mismo tianguis es muy distinto. Nunca es el mismo: es el río de Heráclito.

Hoy vi a un hombre cargar su teléfono celular en un enchufe que había quedado amarrado al tubo transversal del techo de un puesto. Para que el teléfono no colgara del cable a medio pasillo, lo metió en una bolsa de plástico que amarró también al tubo. Lo hizo con la ayuda de un guacal de madera que estuvo a punto de ceder ante el peso y provocar un accidente —aunque en los tianguis no hay accidentes porque el tianguis es de suyo un gran accidente—. La solución que el hombre dio a su problema fue una solución temporal; la herramienta que usó para lograrlo, también. Antes de que acabe el día la pila del celular volverá a estar cerca de vaciarse.

Una chica me trajo dos tacos campechanos con papas. Su empleo como mesera de tianguis es, con toda seguridad, una cosa temporal, en lo que acaba la escuela o encuentra empleo en un sitio más estable. Los tacos y la chica misma. Yo. Todo temporal. Como la saciedad y como el descanso. Temporal como todas las buenas noticias.

Pagué y me fui sin esperar el cambio. Estaba triste. Sigo triste. No miré hacia atrás porque no quise confirmar la teoría de que el tianguis desaparece cuando lo abandonas. La teoría de que cada quien tiene su propio tianguis.




No hay comentarios: